(Ingo Niebel. Artículo publicado en About Basque History. Una versión inglesa se encuentra aquí.) Vivimos en una época en la que la posverdad con sus fake news, que antes se llamaban vulgarmente “mentiras”, se ha convertido en una amenaza letal para todas las Ciencias, la convivencia y en última consecuencia también para la vida de cada uno.
Aún así, sólo las Ciencias nos pueden ayudar a encontrar soluciones a nuestros problemas. Entre ellas está la Ciencia de la Historia, la Geschichtswissenschaft como se la llama en alemán. Entender el pasado nos ayuda a comprender el presente y eso nos permite diseñar un futuro mejor.
Hasta aquí la teoría porque la posverdad también secuestra la historia cuando sus adeptos piensan que pueden escribirla a su gusto sin tener que respetar las mínimas reglas científicas como la de basarse en las fuentes. Hace unos quince años se formó una corriente que, funcionando así, hasta hoy se dedica a “nazificar” tanto al primer lehendakari José Antonio Agirre Lekube como también a su partido, el PNV.
Hacerlo les sale casi gratis. Por eso parece tan fácil pintar el pasado tan arbitrariamente sin someterse al complejo trabajo de un historiador que, como el forense, ha de procurar de no contaminar el objeto de estudio para que al mismo tiempo le pueda sacar el máximo posible de datos. Para ello hay métodos, que requieren tiempo y que a veces indican otra cosa que lo deseado. Pero así funciona la Ciencia.
El “perfil del fugitivo” y otras preguntas científicas
En el caso del primer lehendakari sabemos que consiguió escapar de las policías alemana y española. Por lo tanto no convenía contar otra vez más que ya había relatado en su obra autobiográfica “De Guernica a Nueva York pasando por Berlín” y en su diario personal que escribió exclusivamente durante su fuga. La cuestión más importante era explicar por qué Agirre consiguió fugarse él, pero no sus dos contemporáneos, el president catalán Lluis Companys y el expresidente del Gobierno republicano Francisco Largo Caballero. Los alemanes detuvieron a los dos, el primero a instancias de la policía de Franco en 1940 y el segundo por iniciativa propia en 1943. Companys murió fusilado, Largo Caballero fue liberado del campo de concentración de Sachsenhausen. Pasando a otra ciencia, la criminalistica, nos encontramos con investigaciones que dan lugar a lo que se podría llamar la “teoría de la fuga” que a su vez permite elaborar un “perfil del fugitivo”. Si se aplica estos conocimientos a como Agirre realizó su fuga, se comprende mejor su éxito. Y quien dice fuga, dice persecución que es la otra cara de la moneda.
Ante este fondo, no me bastaba con verificar la versión que Agirre ofrecía en su libro autobiográfico y en su diario, sino tenía que explicar también como funcionaban los sistemas policiales franquista y nazi y qué importancia le daban al lehendakari en particular y a “los vascos” en general. Los datos que necesitaba para ello, los encontré en algunas obras de otros historiadores, pero ante todo yendo a y por nuevas fuentes.
Una línea de investigación era encontrar documentos que acreditaban la existencia del abogado panameño José Andrés Álvarez Lastra, es decir, la identidad falsa que Agirre empleaba entre junio de 1940 y septiembre de 1941. Di con el dosier de extranjería belga donde firmó por primera vez un documento oficial con su nombre falso. Hallé también las fichas que la policía secreta nazi, la Gestapo, había elaborado sobre Agirre. Lamentablemente, mucha información se perdió por la guerra en Alemania, otra, según parece, en el Estado español por la purga de archivos que se efectuó cuando el dictador murió en 1975.
Dado que, en 1956, Agirre regresó a Berlín, donde se había escondido durante casi seis meses en 1941, incluí también algunos aspectos de la Guerra Fría en el libro. Además, el policía franquista Pedro Urraca, quien le había perseguido ya en 1940/41, seguía causando problemas a la familia Agirre en Bélgica.
Aparte de comprobar hechos y añadir nuevos datos, siempre es importante tener en cuenta la dimensión humana de la persona biografiada. En este caso concreto, la conducta y el equilibro interno del fugitivo constituyen un factor decisivo en si va a lograr escaparse o no. Luego, el lehendakari no era “bueno” porque sí sino porque había al menos un “malo”. El carácter humanista de Agirre sobresale cuando se comparan sus hechos y pensamientos con los del ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebbels. Este último también dejó su diario para la posteridad. Al ser además el jefe regional nazi de Berlín es interesante ver como gestionaba por ejemplo la falta de tabaco la cual el apasionado fumador Agirre había lamentado en su diario. El abismo moral que les separa se percibe comparando sus comentarios sobre la muerte del exrey español Alfonso XIII.
Queda la pregunta del millón por qué era necesario profundizar tanto en la fuga de Agirre. Aquí nos topamos con la subjetividad controlada sin la cual no puede haber objetividad.
De la subjetividad controlada a la objetividad
Encontré su libro autobiográfico en la biblioteca sobre temas vascos que mi padre, Klaus, había ido completando desde que en 1960/61 había pasado un año trabajando en Gernika. Las amistades que pudo entablar entonces le enseñaron que debajo de la bandera rojigualda y de la del yugo y las flechas se hallaban escondida otra realidad política, cultural e idiomática. De vuelta en Alemania se dedicó a erradicar su ignorancia sobre lo que es Euskal Herria, reuniendo los máximo posible de información sobre aquel enigmático país, pueblo y su lengua que oficialmente no debería existir. En 1975, mis padres decidieron pasar las vacaciones en Gernika. Antes de salir de Colonia, me dijo: “Gernika fue bombardeada y que fueron los alemanes”. A mis nueve años, me sorprendió ante todo el hecho de que rompiera de golpe y sin aviso previo con el tabú que había en la familia de no hablar sobre la época nazi y la guerra. Le pregunté por un libro en alemán y con fotos sobre el bombardeo me dijo que aún no existía. De paso me explicó asimismo que había gente que seguía diciendo que la destrucción era obra de los propios vascos.
La curiosidad infantil la convertí más tarde en interés académico y periodístico. Desde niño viví el trecho que había entre la imagen distorsionada que la prensa alemana pintaba de Euskadi (término que entonces se entendía como el conjunto de las siete provincias vascas) y la realidad que vivía yo en mis estancias ahí, las cuales se incrementaban en proporción a mi edad. Luego en la universidad me topé con el hecho de que no se cuestionara en absoluto el enfoque de un tema vasco en Historia, Románicas o Ciencias Políticas si venía desde una óptica española. Sin embargo, si procedía desde dentro del “laberinto vasco”, el profesorado -contento por tener una propuesta tan distinta a las habituales- daba su visto al tema pero con la coletilla “que el trabajo sea académicamente fundado y ningún panfleto separatista”. Estas exigencias me ponían en una posición defensiva ante la hegemonía académica española la cual se entendía como algo “normal” y per se científica a pesar de haber sido un sostén del régimen. Aceptando esas reglas, aprendí a blindar mis posiciones a base de argumentos. Eso incluía, por supuesto, estudiar bien las argumentaciones contrarias para encontrar su flanco débil.
Cuando decidí en los años 90 que iba a hacer mi tesina final de curso sobre el Gobierno de Euzkadi durante la Guerra Civil, supe que primero tendría que afirmar la veracidad de lo dicho y escrito por Agirre antes de poder citarle como fuente fiable. Aparte de ser vasco había, como agravante, que pocos años antes el escándalo de los diarios falsificados de Hitler había causado mucho daño a la credibilidad de periodistas y historiadores. De ahí resultó que casi cualquier fuente personal -un diario o unas memorias- se hallaba bajo la sospecha generalizada de ser un falsificación en potencia.
Que al final tardé casi tres décadas en terminar este proyecto se debe aparte del rigor científico al hecho de que en 1940/41 Agirre no quisiera ser encontrado. Por eso mantuvo un perfil bajo. Luego, muchos documentos imprescindibles para comprender su fuga, aparecieron poco a poco y de forma escalonada, los más importantes sólo hace un lustro.
De la coherencia a la credibilidad
El estudio de este capítulo existencial de su vida permite comprender el respeto que le rindieron sus contemporáneos. Pienso que una buena parte de la sociedad vasco-navarra es reacia a seguir a un “líder”. Si concede a una persona una posición especial es porque ésta se ha ganado el respeto por su coherencia, la base de la credibilidad. Agirre mostraba esta coherencia porque no cambió de chaqueta ni tiró la toalla a pesar de todo lo que había vivido después de 1936 cuando tuvo que asumir la responsabilidad política y militar en una guerra ajena a su política e ideología. En 1940/41 no cayó en la tentación de crear un estado satélite bajo tutela nazi. Siguió fiel a su posición antifascista hasta su prematura muerte en 1960.
Aunque perdió en el ámbito militar y en la política internacional contra el régimen franquista, su credibilidad valía más. Inspiró a unos de seguir su ejemplo y a otros les sirvió de punto de orientación aunque aquellos giraron en otra dirección. Agirre convenció por su forma de ser. Además su propia biografía demuestra que llegado el momento un individuo es capaz de poner en práctica lo que hasta entonces ha sido una utopía o un proyecto político. Él mismo lo hizo aquel 7 de octubre de 1936, cuando, bajo el Árbol de Gernika, prestando su juramento, transformó la idea de “Euzkadi” en una institución real. Desde entonces no dejó de ser lehendakari, ni siquiera llevando una identidad falsa.
Todo ello se cuenta mejor si se separa la investigación con su metodología y el debate sobre los trabajos de otros investigadores de la presentación de los datos que aporta. Estos últimos sobre una fuga inesperada los he resumido en la primera parte. En ella he prescindido de las notas a pie de página y del inevitable debate entre académicos y sobre las fuentes empleadas. Todas las informaciones que hacen revisable y por lo tanto científico el estudio se hallan en la segunda parte del libro en el “making of”, escrito también en un estilo ameno.
Con esta forma diferente de presentar un trabajo de investigación quiere ayudar a mejorar la comunicación entre “mi” Ciencia de la Historia y el lectorado interesado en este tema. Este paso es necesario para que la Ciencia venza – en este caso con la verdad histórica – sobre la posverdad.