Nabarralde: “Un buen libro”

Wilhelm Wakonigg 

El 28 de octubre de octubre de 1936, a las siete de la mañana, comenzó el embarque de civiles y cónsules en el destructor inglés Exmouth en Las Arenas (Bizkaia). En el control de abordo fue detenido el cónsul Wilhelm Wakonigg. El 16 de noviembre, a las tres y media de la tarde, empezó el juicio contra Wakonigg con Tribunal Popular de Jurado entre fuertes medidas de seguridad en la Audiencia, sita en la calle Dª María Muñoz del Caso Viejo de Bilbao. Su abogado defensor Ignacio de Areilza. El 17 de noviembre el Presidente del Tribunal, José Espinosa, leyó la sentencia: “Fallamos que debemos condenar y condenamos al procesado Guillermo Wakonigg a la pena de muerte por el delito de traición consumada”. La mañana del 19 de noviembre de 1936 fue ejecutado en la tapia del cementerio de Derio tras gritar al viento su Heil Hitler. Wilhelm Wakonigg Hummer nació el 30 de abril de 1875, él y su ciudad Littai, sita a orillas del río Save en la región de Karina, entonces eran austriacos. En 1918 los dos se convirtieron en yugoslavos, y desde el 25 de junio de 1991 Wakonigg es esloveno y Littai se ha convertido en Litije. Murió a los 61 años de edad, siendo enterrado en el cementerio municiapal de Begoña y dejando tras de sí un halo de misterio y un puñado de preguntas enigmáticas en su biografía. El germano Ingo Niebel en su libro “Al infierno o a la gloria” de la editorial Alberdania, de reciente aparición, trata de despejar de modo definitivo esos interrogantes históricos y oscuros en la vida de Wakonigg con documentadas indagaciones en archivos: “Tampoco esta investigación ha podido cambiar ni la sentencia del Tribunal Popular, que le condenó a muerte, ni la imagen que se creó de él a posteriori. Más bien ha aportado pruebas que demuestran que Wakonigg obraba decidida, convencida y sistemáticamente primero contra la legalidad republicana y después contra la que representaba el Euzkadi´ko Jaurlaritza. De sus propios documentos se desprende que no lo hizo por amor a su “segunda patria”, aquella España denominada “nacional”, sino por sus propios intereses: quería ser el hombre que decidiera la caída de Bilbao a manos de los sublevados, quería ser el intermediario entre la industria metalúrgica alemana y el gobierno de la junta golpista de Burgos, quería ser el cónsul del Reich alemán en Bilbao. Al final perdió todo, por su propia culpa. El poco valor profesional y político que Wakonigg y los que conspiraron con él presentaban, no sólo para los militares sublevados sino también para los gobiernos de Berlín y Viena, se refleja en que los Estados emprendieron justo lo mínimo para salvarles la vida: el envío de telegramas. nadie levantó la mano para ayudarles”. El libro del historiador, Magister Artium, y periodista Ingo Niebel resuelve de modo definitivo y da respuesta documentada a la mayoría de las preguntas, que habían quedado en el aire, en la vida de este amigo de la emperatriz Zita e hijos del ex emperador de Austria y rey de Hungría Carlos de Hasbsburgo. Un buen libro el de Ingo Niebel.

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El artículo original se encuentra aquí.

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